La historia de trasfondo de la construcción del estadio cordobés Mario Alberto Kempes encierra una transformación holística innovadora en el contexto del deporte provincial que atravesó innumerables embates políticos.
La historia de la construcción del estadio Kempes tuvo varios capítulos con connotaciones de época y hasta el día de hoy su realización nos invita a una reflexión como ciudad, que guiaremos desde el relato del profesional que
formó parte del equipo técnico y de la dirección del proyecto de construcción del Estadio Mario Alberto Kempes durante los 30 meses que llevó su construcción, junto a otros tres arquitectos cordobeses: Arq. Alberto Ponce, Arq. Hugo Oviedo y Arq. Luis Marchesini.
La idea base del estadio no fue una obra que nace de una necesidad social de una ciudad sino de la necesidad de contar con un estadio que cumpliera los requerimientos para ser sede del Mundial 78, después del mundial del año 74 en Alemania se decidió que fuera Argentina.
Ninguno de los estadios del país cumplía con normas vigentes a nivel internacional, había tres grandes estadios al que se sumó luego el de Córdoba junto al de Mar del Plata y Mendoza; y el Gobierno provincial se suma a la apuesta de esta infraestructura para hacer posible ser sede anfitrión del Mundial 78.
Aquí hay una etapa política que no podemos dejar de lado porque la obra se proyecta durante un gobierno constitucional y se termina durante un gobierno de facto: en ese transcurso se presentan proyectos para la construcción de la obra y luego vienen sucesivas modificaciones.
Nosotros inicialmente éramos empleados de la Dirección de Arquitectura, primero se armaron dos proyectos: uno en el que más se trabajó con especialistas en instalaciones de todo tipo que atienden distintos aspectos de las obras de ese tipo. Se desarrolló todo en Córdoba con técnicos y profesionales dentro de la provincia, se armó un equipo grande con 60 personas encabezado por nosotros cuatro.
Después vino un cambio en la política, básicamente toma Héctor José Cámpora el poder y el nuevo presidente decidió adjudicar las obras a estudios de Buenos Aires. Entonces nos pidieron a nosotros que lleváramos el proyecto a la Casa de Córdoba en Buenos Aires, nos secuestraron el proyecto y cada uno de nosotros volvimos a nuestras funciones donde estábamos en la Dirección de Arquitectura.
A diferencia del estadio de Mendoza y de Mar del Plata, este proyecto encerraba un concepto de estadio argentino unido a una tendencia muy venida de Alemania que era la de hacer que el estadio lejos de la ciudad, no como en el caso de la cancha de River o de Belgrano que producen impacto porque están en medio de la trama urbana.
Fue por decisión del entonces gobernador de la Provincia de Córdoba, Obregón Cano, y del vicegobernador, Atilio López, que la infraestructura se instalara en la zona del Chateu Carreras; sector de la ciudad que recibía este nombre porque eran las tierras de la familia Carreras que luego fueron expropiadas por el gobernador interventor Helvio Guozden bajo otro gobierno de Facto del General Agustín Lanusse.
Pero anteriormente se había analizado hacer el estadio donde actualmente están los Tribunales Federales, en Ciudad Universitaria, que era una idea muy desatinada, e incluso también se habían propuesto desarrollarlo en camino de Falda del Carmen y la autopista Córdoba-Carlos Paz. Vale la pena tener en cuenta que se había instalado la idea que las obras cuyo uso generan un alto impacto en la trama urbana, debían insertarse en zonas periféricas con buena infraestructura de servicios. Alemania generó un ejemplo al respecto con el nuevo estadio de la ciudad de Munich, construido en esa ciudad alemana para los Juegos Olímpicos de 1972. Luego fue sede principal para el mundial de Fútbol de 1974.
En Buenos Aires, el proyecto fue asignado al estudio de Arquitectura más grande que había en Argentina en esa época: Estudio SEPRA (Sánchez Elía – Peralta Ramos – Agostini). Cuando ellos vieron los planos ponderaron, nuestro trabajo y con mucha nobleza nos ofrecieron hacer el proyecto juntos, pero modificado porque era muy caro.
Es decir que el proyecto inicial fue diseñado con las características de un estadio olímpico para 60.000 espectadores a solicitud del Gobierno de Córdoba, una construcción similar a la de los mejores estadios del mundo ejecutados con inversión estatal. No obstante la consigna fue reducir el costo de la obra, y así pasamos a un proyecto para 47.000 espectadores, manteniendo las características del campo de juego.
Viene el golpe de Estado y se detiene todo, entonces los militares toman el poder y crean el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM) para administrar y coordinar todas las obras relativas al Mundial 78, si bien desde Buenos Aires se resistían a concretar este proyecto porque era muy costoso no podían dar marcha atrás porque la obra ya había sido anunciada.
Nos confirman los equipos y se inicia la construcción, los cuatro arquitectos que concebimos el proyecto y encabezamos la obra renunciamos a la Dirección de Arquitectura, nos jugamos la vida porque podía cancelarse en cualquier momento, pero confiamos en el profesionalismo del Estudio SEPRA. Se licita la ejecución de la obra y gana la empresa Benito Roggio e Hijos S.A.
Los especialistas que proyectaron las instalaciones en general y el cálculo estructural en particular eran todos profesionales de Buenos Aires convocados por el estudio SEPRA, que en esa época ya había construido el Hotel Sheraton de Buenos Aires y muchas otras obras de importancia. De esta manera conformamos un equipo que a nosotros nos gustó mucho porque éramos todos jóvenes con especialistas de primera línea y trabajar junto a una de las empresas más grandes de Argentina en ese momento que era Roggio, que tenía un equipo de trabajo de mucha calidad de ingeniería y de obra.
Trabajaron 2500 personas en la construcción del estadio y tuvo una duración de 30 meses exactamente. Fue una obra de gran magnitud que tenía gran cantidad de especialidades que no se conocían tanto aquí en Argentina, por ejemplo sonido, cartelería electrónica, todo lo que es césped lo proyectó un estudio grande de La Plata que tenía que proyectar con un césped distinto según la condición climática del país
Con mucha alegría podemos decir que el estadio Kempes tiene un permanente e intenso uso en Hockey, Atletismo, Patinaje, Ciclismo, Tenis, Natación, Boxeo, Deportes de Salón, etc. Además de una buena cantidad de deportes adaptados. Eso es lo importante: que el deportista, el usuario, el habitante haga posesión de esto que es espacio público.
Para mí la Arquitectura Deportiva no es sólo un espacio de competición, básicamente lo que yo he visto en las buenas prácticas e instalaciones de otros países del mundo en materia de uso de magníficas estructuras como el Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Crystal Palace en Inglaterra, el Centro Deportivo Slavia de Praga, el Centro deportivo Foro Itálico de Roma, etc. Generan una infraestructura polideportiva altamente formativa sin dejar de lado lo competitivo.
Creo que como país debemos dar este paso que aún no hemos dado. Sólo nos centramos en el fútbol para el uso de instalaciones a nivel nacional que no sólo que no es formativo como el Patín, el Atletismo, el Hockey o el Ciclismo sino que además genera una contracultura del deporte como complemento educativo y formativo. Estamos a tiempo de cambiar y la arquitectura deportiva puede desarrollar un rol muy importante al respecto.
La intervención del Estado en las políticas estatales en las que el Deporte conforma una opción de formación marca la diferencia en los países del primer mundo; desde esta idiosincrasia grandes infraestructuras fueron solventadas con presupuesto estatal y promueven la práctica profesional y torneos internacionales auspiciando como anfitriones de ciudadanos de todo el mundo.
* Renzo Facchin es arquitecto y también conferencista en materia de Arquitectura Deportiva, dictó varios cursos organizados por la Agencia Córdoba Deportes y en esta nueva sección “Bitácora de Construcción” plasmaremos vivencias profesionales que vinculan Urbanismo e historia de la ciudad de Córdoba.